Candragar: “Trilogía del Cronos – Libro I – Capítulo V”

V

“¿Dónde es?”

El Instituto Trilaqua abre sus puertas a aprendices de nigromante de todas partes, un punto de confluencia entre dimensiones que, a ojos de muchos, parece un sueño tejido en piedra y cristal.

Consta de dos edificios principales: el campus principal y el campus secundario.

Aquel que se divisa primero es el Principal, el más solemne de ambos. Acoge a los alumnos de quinto a octavo año con edades de diecisiete a veinte, con hambre de desentrañar misterios y con la determinación de labrarse un destino, a través de la magia más elaborada.

A la distancia, se percibe la magnificencia del campus incluso antes de poner un pie en él: torres que rozan el cielo, muros de piedra cargados de runas antiguas que refulgen al contacto de la luz UV, y pasillos que parecen susurrar acontecimientos de una historia milenaria.

Está compuesto por un edificio central, levantado en una imponente fusión de piedra y cristal que abre sus ventanales a cielos cambiantes, que dejan pasar la claridad matutina o el fulgor del atardecer. Cada rayo de sol penetra en los vastos corredores, iluminando salas de clase que combinan lo antiguo con lo vanguardista: pizarras mágicas que obedecen al son de las palabras, escritorios que se adaptan a la altura y complexión de cada estudiante, laboratorios repletos de ingredientes exóticos y herramientas cuyos usos solo se revelan con el estudio y la práctica. En esta comunión de lo arcaico y lo futurista yace la esencia de Trilaqua, un lugar donde la magia fluye con naturalidad en lo humano.

Más allá de las murallas, se extienden los jardines del Instituto, un espectáculo colorido donde crecen árboles centenarios, cuyas hojas mudan de tonalidad según la estación, fuentes de agua cristalina que emiten melodías suaves y senderos de piedra bordeados de flores imposibles, de azules tan intensos y rojos tan profundos, que parecen arrancados de un sueño. Un río surca el corazón de todo este paraje, contorneando la tierra con aguas que al albergar magia curativa brindan alivio a quienes se sumergen. Ligeros puentes de piedra cruzan el cauce, invitando a una introspección casi meditativa mientras el rumor del agua acaricia el oído de quien se encuentra cerca.

El latido intelectual del Instituto Trilaqua y su edificio principal, se concentra en la vasta biblioteca, un genuino laberinto de conocimiento donde reposan miles de libros, pergaminos milenarios y artefactos mágicos. Allí, el aroma de papel antiguo se mezcla con la persistente energía de hechizos ancestrales. Las estanterías, de madera oscura, se alzan hasta el techo abovedado, mientras lámparas flotantes iluminan cada pasillo con un resplandor suave que invita a la lectura y el descubrimiento. Justo en el centro se ubica una mesa de mármol blanco, rodeada de sillas donde los estudiantes se reúnen en grupos a debatir conjuros avanzados o a compartir notas sobre teorías alquímicas. Sobre las mesas, un candelabro encantado, cuyos cristales giran en silencio, proyecta reflejos como si de diminutas auroras boreales se tratase.

Las salas de clase del Instituto están diseñadas para inspirar y desafiar a los estudiantes. Cada aula tiene un carácter propio, con decoraciones que reflejan el tipo de magia que se enseña. Los laboratorios están equipados con los últimos instrumentos mágicos, desde calderos que pueden cambiar su tamaño y forma hasta ingredientes raros que se almacenan en frascos etiquetados meticulosamente.

Las paredes de las aulas están adornadas con tapices animados que muestran y narran escenas de grandes batallas mágicas y momentos cruciales de la historia de la magia. Estos tapices no solo decoran, sino que también sirven como herramientas de enseñanza, recreando eventos históricos para que los estudiantes puedan aprender de ellos.

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La vida del estudiante se compone también de los dormitorios y las casas que representan los cuatro elementos mágicos: fuego, agua, tierra y aire. Cada casa está agrupada en un edificio de cuatro pisos, dispuestos detrás del campus, rodeados por jardines a los que se llega por veredas serpeantes. El ambiente varía de una casa a otra: en la de fuego, el aire es ligeramente más cálido y los rincones se decoran con lámparas en forma de antorchas encantadas; en la de agua, el rumor del líquido corre por muros que parecen cristalinos, refrescando la atmósfera; la de tierra acoge bosquecillos internos que prodigan sombra y un aroma a hierba recién cortada; y la de aire se alza con ventanales amplios, dando la impresión de estar flotando en altitudes imposibles. Las habitaciones, que se abren mediante tarjetas de cristal personalizadas, ofrecen un refugio seguro y adaptable: las camas se acomodan para brindar el mayor bienestar posible y las ventanas proyectan vistas celestiales que pueden cambiar según el estado de ánimo de su ocupante.

El comedor del Instituto, un salón inmenso con techos altísimos y enormes ventanales, está siempre colmado de luz. De día, el sol lo inunda con una calidez apacible; de noche, el cielo estrellado, visible, a través de los cristales superiores, parece derramar su infinitud dentro del recinto. Largas hileras de mesas ofrecen comidas que fusionan la gastronomía de diversas dimensiones, platos cuyos sabores resultan únicos para cada comensal, una experiencia que mezcla sorpresa y comodidad. Al costado, las salas comunes permiten la convivencia relajada, con sofás mullidos cerca de chimeneas mágicas que jamás se apagan por completo, bibliotecas repletas de curiosos tomos y una atmósfera de compañerismo donde a menudo se oyen risas o el murmullo de conjuros ensayados.

Para el desarrollo físico y marcial, el Instituto dispone de áreas de entrenamiento y ejercicio que integran tanto la magia como las destrezas mundanas, ya que la mitocondria se entrena desde adentro hacia afuera. Es fundamental entrenar destrezas corporales para optimizar el funcionamiento intrínseco de la maquinaria energética. En campos de práctica, rodeados por murallas reforzadas con runas, los alumnos aprenden desde combate cuerpo a cuerpo, hasta la canalización de hechizos defensivos y ofensivos. Aquí, a veces, se invocan criaturas de bajo peligro o ilusiones muy verosímiles para poner a prueba la audacia y la capacidad de respuesta de los estudiantes, siempre bajo la supervisión de instructores experimentados que velan por su seguridad.

El campus secundario, por su parte, se alza como un espacio de iniciación. Allí acuden alumnos entre los trece y dieciséis años, quienes apenas se sumergen en la hechicería básica y continúan con asignaturas equivalentes a la educación global establecida. Los edificios, de piedra adornada con runas incandescentes, resultan menos majestuosos, pero conservan la atmósfera mágica y los principios de aprendizaje. Pasillos arqueados comunican pequeñas salas de clase y laboratorios elementales, donde los jóvenes magos perfeccionan sus primeras aptitudes. El último año en ese campus equivale al último de la preparatoria, punto de quiebre que da paso al ingreso al campus principal y a los misterios de la magia avanzada.

La enfermera golpea suavemente la ampolleta, mientras presiona un poco con el pulgar para que salgan las burbujas de aire que están dentro de la jeringa. Dirigiendo el objeto hacia el pálido brazo de la niña inyecta el líquido color púrpura, muy despacio. Rápidamente un calorcito proveniente de sus pies, comienza a subir por todo su cuerpo, removiendo al fin el frío que la acechaba. El corazón le palpita como si de verdad estuviera, pues hace un rato parecía no funcionar. La palidez se esfuma, la seriedad se desvanece, la energía retorna y su bienestar también. 

Con una enorme sonrisa, agradece a la mujer y sigue a Margherita hacia la salida. La campana que pone término a las clases suena armoniosa y antes de llegar al patio, la muchacha de ojos verdes pregunta:

 – ¿Quieres entrar a Ejecución en la siguiente hora? Siempre comenzamos con una relajación y es la última clase de la jornada. –Camille afirma entusiasmada a más no poder. En este momento se siente capaz de realizar, incluso la tarea más aburrida del mundo. 

Margherita ríe y corre hacia la única plataforma de casilleros que está desocupada para sacar un libro rojo y gordo. Las dos caminan en dirección a la Sala de Ejecución, suben escaleras, atraviesan pasillos y llegan a la enorme habitación. Se sientan en los pupitres alineados al final de la sala y dejan sus libros en la mesa. 

– ¿Cómo es que se llama esta clase? 

–Ejecución. 

–Y ¿Qué es eso? –replica extrañada. Las clases que se imparten en el colegio al que ha asistido durante toda su vida, se llaman Matemáticas, Historia, Biología, entre otras. Jamás había oído de una que llevara ese nombre. 

–Ya verás, ten paciencia. Lo único que debes saber antes que inicie el profesor Lathem… -dice cambiando el tono a uno más serio. –…es que es muy estricto y muy observador. Puede saber qué piensas sin que se lo digas. –termina sin poder contener la risa que le provoca la expresión de sorpresa que colocó Camille durante al menos diez segundos. 

Un hombre de barba prominente y cabello oscuro cruza por la puerta, cerrándola tras de sí. Observa la cantidad de alumnos que han llegado a su clase y suspira misteriosamente. Endereza sus lentes con los dedos y se precipita a decir:

 –Muy buenos días, jóvenes de cuarto año. Hoy, iniciaremos con una meditación que hace bastante tiempo me ha dado qué pensar. Necesito su máxima disposición y concentración, pues no es muy extensa… -él eleva su mano hasta colocarla frente a su cabeza con los dedos estirados y una vez que logra captar la atención de todos los presentes, comienza a empuñarla lentamente. Luego, los párpados de los jóvenes se sienten tan pesados, que les resulta imposible mantener los ojos abiertos.

Escuchan cómo una voz suave y apacible ordena: –…sitúense en un lugar. El que ustedes quieran: puede ser uno que los haga sentir plenos, felices o uno que haga todo lo contrario, que sea feo, desagradable; pero tiene que tener suelo y cielo, también a gusto de cada uno… -deja pasar unos segundos en silencio, asegurándose de que todos puedan seguir las instrucciones al mismo ritmo. –…acuéstense en el suelo, mirando hacia arriba. Si es de día pongan extrema atención en las nubes y si es de noche, entonces en las estrellas. Formen un objeto con aquello que observan, uno que sea significante, uno que puedan atesorar, ya sea porque les hace sentir bien o mal. Más que un objeto, véanlo como un sentimiento materializado que ahora traen a sus manos… -el profesor aclara su garganta y prosigue. –…ya no es sólo un algo, sino un regalo que alguien importante les otorga desde arriba. Es alguien que ha estado con ustedes siempre y con quién cuentan cada vez que necesitan hablar, llorar o compartir. Alguien que no está presente de manera física, mas, sí en sus recuerdos, en sus alegrías y en sus penas. Es quién ahora recuerdan y extrañan mucho más de lo que se creían capaces de hacer. Esa persona viene caminando hacia ustedes para abrazarlos fuertemente y decirles lo mucho que también los extraña, no obstante sólo pueden imaginar lo que aquel abrazo sería, ya que apenas él o ella se aproxima lo suficiente como para estirar los brazos y llegar a ustedes, los atraviesa sin dejar de mirar al frente y sin darse cuenta de que estaban allí. Voltean y ven a esta persona alejarse, esperanzados de que en algún momento, antes de perderse por completo, los mirará para despedirse, sin embargo aquello no sucede… -el profesor hace una pausa y va soltando los dedos de su mano hasta estirarlos. -…una sombra lejana se pierde a lo lejos y estás solo de nuevo. Van a abrir sus ojos y también a abrir su mente, quiero todas sus cabezas despejadas, limpias y claras. 

Los alumnos obedecen. Se integran a la realidad, bostezan de vez en cuando y apenas ven que el profesor se sienta sobre la mesa para tomar uno de los libros allí colocados, se ponen de pie y escuchan. 

– Quiero comenzar con la segunda sección de Hechizos, por eso necesitaba una relajación más potente. Tienen que acostumbrarse a dejar de lado los sentimientos al momento de la ejecución. Ya que muchas veces, el sentir cosas por otra persona, o sentir simplemente nos impide pensar de manera clara y eso no puede ocurrir… ¿En quién pensaste Margherita? –pregunta a la chica, apenas ve que se torna a hablar con Camille. 

–En mi hermano. 

–Y ¿Qué pasaría si alguien ejecutara un hechizo de Posesión en tu hermano y tú debas aplicar el inverso? –mira a la chica fijamente, transmitiéndole temor para mantenerla concentrada.

 –Respiraría profundo y luego pronunciaría las palabras, canalizando mi energía, a través de mis manos hacia su cabeza. 

 –Me parece muy bien… -sentencia. -…dime Margherita ¿Tocarías su cabeza? –La chica niega. – ¿Por qué no?

–Porque me arriesgo a afectar su sistema nervioso. Es mucha la energía, por eso debe distribuirse de manera uniforme. –el profesor, por primera vez, sonríe. 

–Exacto. Veo que al menos uno de todos los que están aquí ha leído su libro de Cálculo energético… -explica a medida que retoma la expresión anterior. -…Los sentimientos hacia las personas deben hacernos más fuertes, no más débiles en las situaciones adversas. Para salvar a alguien por quien tenemos afecto, primero hay que controlar el cuerpo y las reacciones que se suscitan como reflejos. Es en este tema, al cual nos enfocaremos hoy y todo lo que queda de la semana. ¿Está bien? –termina, dirigiéndose a la pizarra de cristal, localizada tras de sí. Escribe el número 357 y “Sección7“. Esto significa que de la página 105, del párrafo 3 y la línea número 5, hay que comenzar con el hechizo 7. 

El libro de hechizos rojo y gordo se encuentra codificado para que pueda ser únicamente leído por quienes han aprendido a hacerlo. Número 357 de la sección 7, indica las acciones a seguir para llegar al hechizo deseado. Se deben sumar los tres primeros dígitos dados: 3+5+7, eso da un total de 15. Ahora se debe multiplicar aquel resultado por la sección, en este caso 7: 15×7, que da un total de 105. El número final indica la página, luego de la página se vuelve a los tres primeros dígitos que indican: 

                                El número 3 – párrafo. 

                                El número 5 – línea. 

                                El número 7 – el hechizo de aquel párrafo y aquella línea indicada.

Margherita explica esto a la entusiasmada, pero desconcertada chica, quien prefiere anotar los pasos en una hoja de papel para no olvidarlos. Su amable compañera añade que no se dará cuenta cuando haga el ejercicio de manera ordinaria, pues el libro rojo y gordo es uno de los más utilizados en clases y el que más deben estudiar.

Las siguientes instrucciones son las mismas de siempre: juntarse con un compañero e intentar hechizarlo, sin embargo el grado de dificultad recae en la novedad del Hechizo, es decir, mientras menos conozcan la palabra, más difícil resultará ejecutarlo correctamente. 

En la mayoría de las disciplinas existentes, la perseverancia y la paciencia son requisitos fundamentales y con la magia no es distinto, pues la práctica es la que marca la diferencia. Un buen mago no lo es sólo, debido a su gran memoria o a su capacidad energética, sino lo es gracias a su compromiso y responsabilidad.  

Agrupados de a dos, dan una primera leída a la desconocida palabra y comienzan a ensayar la pronunciación. Camille observa lo escrito en el libro rojo y gordo y vuelve a colocar su expresión de desconcierto, puesto a que jamás había visto u oído palabra semejante. Margherita, concentrada en la lectura levanta la mirada y se encuentra con el desfigurado rostro de su compañera y creyendo entender lo que sucede, comenta con tono interrogante:

 –No sabes leer croata. 

– ¿Croata? ¿Se supone que debo leer croata? –replica con los ojos muy abiertos.

–Sí, Camille. –ríe Margherita. 

– ¿En Italia enseñan a hablar croata? –pregunta confundida. 

–En la dimensión en la que fui criada, sí. Y no sólo croata, danés y eslovaco también. Son las lenguas de la magia y en tu dimensión no se enseñan porque son innecesarias. –termina, al tiempo que ve al final de la sala un joven de contextura delgada y alto de estatura, que parece conocer. Sorprendida lo observa hasta que éste se da cuenta y camina hacia ella. – ¿No deberías estar en álgebra? –el chico de labios pálidos niega con la cabeza, luego de tocarse la nariz y contesta vacilante: 

– El profesor Lathem me retiró el castigo. Puedo asistir a sus clases ahora… -percatándose de la presencia de Camille, se presenta, estirando la mano –…Nikolái Voroviob. –ella responde con su nombre y el apretón de manos correspondiente.

–Frederick preguntó por ti en el receso anterior y como no te había visto, supuse que te habías devuelto a casa más temprano. –sentencia Margherita con el ceño fruncido y una expresión de extrañeza que Camille aún no había podido observar en ella. 

–Vaya. Eres buena para suponer, pero no te preocupes vi a Frederick hace un rato y ya le expliqué dónde estaba. –aclara el joven de pelo castaño, sonriente, volviendo a tocarse la nariz. 

Para no detener más el trabajo del chico, Margherita sugiere continuar la conversación en el receso. Camille vuelve al libro y pregunta a Margherita, cómo es que la palabra en cuestión, debe pronunciarse. 

–Este hechizo se llama Spavati y tienes que poner énfasis en la “s” y en la “i” final.

La chica Delaunoy, creyendo haber entendido, pronuncia: 

–S-pa-va-ti…

Margherita cierra los ojos, su cuerpo se desvanece e impacta fuertemente contra el suelo. Camille, asustada, grita y se arrodilla junto a ella desesperada. Golpea las mejillas de la joven inconsciente, sin poder conseguir despertarla y confundida porque nadie se acerca a ayudarla, la toma con sus brazos y continúa agitándola. Transcurridos un par de segundos, la deja sobre el suelo y acerca su oído a su nariz para cerciorarse de que al menos respira. Con los ojos llenos de lágrimas y resignada se sienta a un lado del cuerpo al darse cuenta de que no está muerta, sólo está hechizada. 

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